Publicado por : María García Esperón noviembre 07, 2013



Fuente: La Jiribilla

Por esos azares de la vida, en 1993 me hicieron miembro del Comité Cubano del IBBY, capítulo nacional del International Board on Books for Young People. No niego que aquello me tomó de sorpresa, pues ese mismo año me eligieron Presidente de la Sección de Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), donde estuve por tres lustros. De pronto, a mis 35 años, me veía “atrapado” en una red literaria de la que antes había sido un proscripto. Era una época dura y por mi inmadurez me vi siguiendo casi a la fuerza y sin mucha fe —lo confieso hoy con pesar— a Emilia Gallego Alfonso, quien, aunque al principio fungía de Vicepresidenta del Comité, llevaba toda la iniciativa de hacer unos encuentros iberoamericanos de LIJ que fueron convocando a personas y personas de cualquier parte del mundo. Esos encuentros se convertirían en 1999 en el Primer Congreso de Lectura Para Leer el XXI. ¡Cuántos amigos que ya son polvo de estrellas acudieron a aquella hermosa cita en el CENCREM entonces! ¡Cuántos amigos nos ha dado el IBBY y sus congresos a lo largo de estos años! Pero también nos ha ofrecido una gran lección.

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